Introducción
En este sentido, la ciudad es expresión de complejidad; es decir, que en ella confluyen tres tipos de realidades: diversidad, densidad y magnitud, no solo en extensión sino en número de habitantes. Esto conlleva, en la experiencia, una interacción cada vez mayor de subculturas, valores humanos y formas de conducta en un solo espacio y, por tanto, a la acumulación privilegiada de saberes por vía de esa interacción. Estos valores y conductas se materializan en intereses específicos diferenciados que en el espacio se aprecian en forma de tensiones entre derechos y deberes, particular y universal, privado y público, norma y libertad, individualidad y comunidad, identidad y diversidad, local y global.
Este contexto permite, al menos, cuatro reflexiones y aprendizajes. El primero, que la democracia es conflicto y en ella la política es un proceso de negociación entre intereses. El segundo, que eso incluye la valoración del pluralismo como expresión de la diversidad de identidades y del Estado como el campo de juego donde se regulan las tensiones entre sus intereses. El tercero, que la interacción entre saberes teje un orden social postradicional en el que ninguna tradición y cultura es válida por sí misma, sino que debe participar en el campo de juego a través de las reglas de la argumentación, el debate y el cálculo de medios-fines políticos. El cuarto quealcanzar la igualdad política, es decir, considerar el bien y los intereses de todos con igual validez y acceder al goce de los derechos, es un objetivo fundamental.
Ahora bien, desde estas perspectivas ¿qué mutaciones sufre la comprensión que puede tenerse de la ciudadanía? La reflexión de J. Herrera y R. Rodríguez (2003) sugieren que existe una diferencia muy importante entre ‘ser’ ciudadano y ‘tener’ ciudadanía. La primera acepción viene de una concepción simplista y tradicional en la que ciudadano es una categoría de registro que denota un contrato para todos, que otorga ciertas capacidades inscritas en un marco legal estatal dentro de un contexto geográfico. La dificultad que trae esta visión es que concibe la ciudadanía como un estatus ontológico que se recibe y conduce a la comprensión de una ciudadanía pasiva pues viene dada; defensiva porque sirve para resguardarse del Estado o de los otros ciudadanos y, finalmente, abstracta y fragmentaria porque es independiente de los contextos territoriales y porque al tiempo que homogeniza, reafirma el carácter individualista.
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