Como bien lo documentan Stemberg (1990), Stemberg y Jordan (2005), Baltes (2004), Baltes y Kunzmann (2004), Birren y Svensson (2005), Ardelt (1997, 1998, 2000, 2000a, 2000b, 2004, 2004a, 2005), Achenbaum (1997), Takahashi (2000), Takahashi y Bordia (2000), Takahashi y Overton (2002), Trowbridge (2005, 2008, 2008a), entre otros, el estudio de la sabiduría en psicología, y en general el estudio científico de la sabiduría, es muy reciente. En efecto, mientras que en la tradición filosófica, e incluso religiosa, esta noción ha sido objeto de múltiples reflexiones, en psicología hasta ahora se intenta establecer una definición de referencia y una vía empírica de estudio, con miras a abordar formas de conocimiento y estilos de vida que escapan a los esquemas tradicionales de explicación cognoscitiva, social y afectiva. Inicialmente la sabiduría fue abordada como un modo de pensamiento y de resolución de problemas (Wolman, 1973; Baltes, 2004), que permitió la vinculación de este concepto a situaciones en las que se pone de manifiesto el desarrollo de estrategias creativas y armónicas para afrontar dificultades propias de la condición humana. A partir de esta aproximación desde la psicología pareció esbozarse una “primera impresión” de esta perspectiva, concretizada en el modelo de un individuo con múltiples recursos cognitivos, emocionales y sociales, capaz de hallar soluciones novedosas y funcionales a los problemas de la vida cotidiana.
El hecho de que la sabiduría no haya sido un tópico destacado en los ámbitos científico, teórico y académico en la modernidad, y que de manera progresiva empiece a ocupar un lugar importante en la investigación en psicología y en filosofía lleva a casi todos los investigadores en el área a responder las siguientes preguntas como preámbulo a sus respectivos desarrollos conceptuales: ¿Por qué estudiar la sabiduría? ¿Por qué hasta ahora resulta tan interesante como objeto de estudio? ¿Por qué, si es una noción tan antigua, no ha tenido un papel protagónico en las aproximaciones cognitivas y morales sobre el juicio y la acción humana? ¿Qué pasó con la sabiduría a lo largo de la modernidad? Estos interrogantes parecen tener todos respuesta en un hecho que sin duda hace complejo el estudio de esta temática y que anuncia su “incompatibilidad” con respecto al abordaje positivista del sujeto y del conocimiento; si bien en la historia, en la cultura y en la vida cotidiana la noción de sabiduría y de la persona sabia nos resulta familiar, obtener una única definición resulta casi imposible en virtud del carácter intuitivo y evanescente, intrínseco a ella misma.
Internarse en la sabiduría como área de trabajo e investigación supone en gran medida separarse de las definiciones tradicionales de conocimiento, para entrar en contacto con un discurso vago e impreciso, que si bien ha sido explotado por la religión y la llamada “literatura New Age” o de superación personal parece trascender estos usos (comerciales en gran medida) y aportar nuevas luces a la reflexión sobre grandes enigmas de la existencia humana. Términos como integración, quintaesencia, conocimiento especializado, coherencia, virtud, experticia, pragmática, balance, sinergia, conservación e influjo, por mencionar algunos, dan cuenta del grado de dificultad en la labor de definir claramente a qué remite el concepto de sabiduría.
Esta idea, que puede confirmarse con una lectura amplia de las definiciones propuestas en el campo en las últimas tres décadas, invita a hacer un recorrido previo por la noción de sabiduría y del sabio en aras de precisar en qué contexto surgen, cuáles son sus referentes, a qué interrogantes responden y cómo se articulan con la praxis individual. Para finalizar, este documento presenta una breve exploración de los planteamientos más representativos de cada una de estas dimensiones y algunas conclusiones sobre las posibilidades de la noción de sabiduría moral con respecto a la comprensión de la subjetividad y de procesos colectivos y sociales.
Al respecto, Jullien (2007) afirma que se trata de un género al margen de la psicología y la medicina, que ha explotado el dualismo occidental mente-cuerpo y algunas referencias occidentales para procurar un saber poco sólido, sostenido más bien en la inquietud humana por el “desarrollo personal”, por la trascendencia y por la afectividad. |