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Editorial
01. Apreciaciones generales sobre las funciones ejecutivas y algunas consideraciones especiales sobre su desarrollo en la infancia
02. El individuo refutado. La teorÍa de la práctica de P. Bourdieu como alternativa de integración entre psicología e historia
03. Emprendimientos económicos solidarios: una  alternativa organizacional frente a la crisis capitalista
04. La experiencia de movilidad en los estudiantes de psicologÍa: impacto y transformaciones
05. Revisión crÍtica de la noción de sabiduría como perspectiva alternativa en psicologÍa
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PRESENTACIÓN DE LA REVISTA
Tipo de artículos que se publican Instrucción para los autores
 

El individuo refutado. La teoría de la práctica de Pierre Bourdieu como alternativa de integración entre psicologÍa e historia

Bruno Jaraba.*

* Psicólogo, candidato a Maestría en Sociología - Universidad Nacional de Colombia
Correo electrónico:
brunojaraba@gmail.com

Recibido: 01/11/2009
Aprobado: 15/12/2009

Una invención moderna

Identidad, persona, mente, sujeto, conciencia, albedrío, ciudadano, alma, voluntad: vocablos que enuncian los valores irrenunciables de todas las comunidades de sentido que se dicen a sí mismas modernas. Se trate de la producción poética, del rapto erótico, de la responsabilidad jurídica, de la inventiva intelectual, o de la redención divina, Occidente ha puesto al individuo en el centro del escenario. Es él quien crea, ama, contrata, teoriza, peca. Sobre su actividad, que es en gran medida discreta, pensamiento o sentimiento, se hace recaer así la estabilidad como el dinamismo del mundo social en el marco de los estados-nación contemporáneos.
Es lo que somos, nuestra manera de concebir e interpretar la realidad. Somos ese único, indivisible y bien diferenciado Yo al que corresponden nuestro nombre, nuestra firma, nuestro número de cédula, nuestra biografía documentada por tantos registros; la historia clínica, el pasado judicial, los resultados de las pruebas psicológicas, el extracto bancario, la actividad en Facebook.

Pero a pesar de su inmediata evidencia no se trata de una propiedad inmanente de la condición humana. Aunque esa configuración cultural llamada Occidente se haya extendido en las últimas centurias hasta cubrir casi toda la extensión del mundo habitado y en el proceso haya desmantelado las versiones divergentes que encontraba a su paso, en sus márgenes perviven vestigios que recuerdan que la nuestra es sólo una forma entre muchas otras posibles de la experiencia humana: “la concepción occidental de la persona como un delimitado, único, más o menos integrado universo motivacional y cognitivo, un centro dinámico de consciencia, emoción, juicio y acción, organizado dentro de una totalidad distintiva y opuesto tanto a otras totalidades similares como al entorno social y natural es, por extraño que nos parezca, una idea bastante peculiar en el contexto de las culturas del mundo” (Geertz, 1979: 229; citado en Rose, 1998).

El individuo, que es cada uno de nosotros, es una original producción de la modernidad, cuya genealogía puede rastrearse a lo largo del curso de ésta, labor adelantada por Michel Foucault, quien gracias a ello puede advertir que “…el individuo apareció dentro de un sistema político porque la singularidad somática, en virtud de los mecanismos disciplinarios, se convirtió en portadora de la función sujeto. El individuo se constituyó en la medida en que la vigilancia ininterrumpida, la escritura continua y el castigo virtual dieron marco a ese cuerpo así sojuzgado y le extrajeron una psique” (Foucault, 2005: 78).

El individuo moderno es el producto de una serie de prácticas de control –el poder disciplinario– ejercidas sobre los cuerpos individuales que hicieron de éstas el locus de las acciones gubernamentales, la contraparte de fábricas, cuarteles, presidios, manicomios, escuelas, instituciones que fueron integrándose en la red cada vez más densa, complicada y minuciosa del Estado-Nación y que en el proceso definieron formas de encauzar los cuerpos, de sujetarlos, de convertirlos en sujetos. Las individualidades somáticas se hicieron así superficie para las inscripciones que los demarcaban, diferenciaban e individualizaban, proyectando a partir de ellos esa virtualidad de la acción definida como psique. Del ejercicio de este poder de disciplina sobre los cuerpos individuales emergió el individuo moderno.
Surgieron también los saberes que tratan de definir ese sujeto: “Las ciencias del hombre, tomadas en todo caso como ciencias del individuo, no son más que el efecto de toda esta serie de procedimientos” (Ibíd.). La cúspide de la constitución del poder disciplinario fue la aparición de discursos científicos que codificaban su ejercicio en términos de los individuos que tal poder definía. A la psicología correspondió el objeto por excelencia; el individuo en tanto que individuo. Su fin, no declarado, sería el de mantener, endurecer la individualidad; todas sus producciones teóricas, todos sus desarrollos técnicos habrían de contribuir a remachar la función sujeto en la individualidad somática, a la vez que sustraía esta operación de cualquier cuestionamiento.

No es casual que los primeros esbozos de psicología científica, de la frenología a la psicofísica, partieran de establecer el asiento en el cuerpo de las funciones psíquicas. Fue esa otra razón para que la psicología se concibiera a sí misma más como ciencia de la naturaleza que como ciencia del espíritu. La psicología no podría proponerse como ciencia social o histórica, pues la delimitación del individuo en tanto que tal, se sustentaba en anclar toda la virtualidad de su acción en la individualidad somática, aislándolo, por lo tanto, de la sociedad; la psicología entonces debía asumir la función de “lo que separa a los individuos entre ellos, lo que rompe los lazos con los otros, lo que rompe con la vida comunitaria, y fuerza al individuo a volver sobre sí mismo y lo ata a su propia identidad de forma constrictiva” (Foucault, 1988: 7).

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RESUMEN

La distinción entre individuo y sociedad, sostenida por la psicología dominante, así como el rechazo de parte de ésta de la historia como medio de investigación y como dimensión de su objeto de estudio, son los objetivos de la crítica planteada en este ensayo, que resalta el carácter históricamente situado y contingente de la noción moderna de individuo, así como su vinculación al proyecto político de los estados-nación. Se ofrece enseguida una alternativa de superación de esta perspectiva ortodoxa, y para ello se acude a la teoría de la práctica, propuesta por el investigador social Pierre Bourdieu, modelo del que se resaltan los aspectos de mayor relevancia para el proyecto de una psicología histórica y no individualista.

Palabras claves

Individuo, poder disciplinario, historia, psicología social, teoría de la práctica, cuerpo, habitus. 

 

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