Introducción
La profesión docente representa para quienes la ejercen, no sólo un reto personal, sino un también social. Esto implica asumir importantes responsabilidades y compromiso ético con los estudiantes y con la comunidad en general; es un deber individual, creado a partir de las demandas de la sociedad actual, lo que genera, como consecuencia, el surgimiento de nuevas expectativas y necesidades (De Pablos y González, 2012).
Los docentes universitarios y los de colegio tienen una tarea en común: educar y formar. En el caso de los primeros, éstos son los directamente implicados en llevar a cabo la ejecución de las funciones relacionadas con la enseñanza, con la investigación y la difusión del conocimiento; son actores claves en la educación superior (Ávila, 2011) y al interior de una sociedad contemporánea, en la que el conocimiento se valora cada vez más como un recurso estratégico para el bienestar docente. Esto se debe a que en el desarrollo académico de las universidades, el conocimiento se genera, se aplica, se transmite, se transforma y crea con ello exceptivas con relación al resultado de su labor (Altabach citado por Ávila, 2011).
Los docentes de colegio se dedican a realizar algunas actividades no menos importantes, pero sí de manera más operativa como las de planificar e implementar el currículo escolar, dar tutorías a los alumnos y, en algunos casos, apoyarse en el contexto familiar y social entre otras; esto, en ocasiones, deja de lado el proceso de enseñanza (Sarramona, 2007). En algunos países como Chile dicha situación ha cambiado de manera estratégica, en pro del buen desempeño de la labor y la educación de los estudiantes.
Vera y Meneses (2012) realizaron un estudio en el que se encontró que los docentes de colegio de ese país se han enfocado en lo que ellos denominan “el aprendizaje significativo”, lo que implica aprendizaje más que enseñanza y por ello se genera un conocimiento contextualizado; a su vez, y según el Ministerio de Educación (citado por Vera y Meneses, 2012), se han fortalecido conceptos como “aprender a aprender”; es decir, a ser consciente de lo que se aprende, a desarrollar competencias más que a acumular datos, a preparar a los alumnos para la vida antes que para la universidad y a capacitarlos para la consecución de un empleo.
Al hablar del ejercicio docente, como una labor con gran sentido de responsabilidad que tiene alto impacto en el desarrollo de los estudiantes, resulta pertinente tomar en consideración su bienestar, en la medida en que permite determinar su calidad de vida y los diferentes factores que inciden en ello. Uno de los elementos consiste en las relaciones interpersonales; esto corresponde a lo que menciona López (citado por Becerra, 2006), acerca de que el ambiente de las instituciones tiene implicaciones en las relaciones de sus miembros entre sí -profesores, administradores y directivos- y con toda la comunidad educativa -alumnos, padres y profesores-. guardando la síntesis que el individuo hace acerca de dichas experiencias, posiblemente una relación con el bienestar subjetivo y la calidad de vida (Martínez, Oviedo y Luna, 2013).
Al continuar con el lineamiento de la pregunta problema de investigación, se retoma la autoeficacia como aquella que implica todas las creencias que el docente tiene respecto a sus capacidades para realizar su desempeño pedagógico; además, incluye la percepción que éste tiene de su desempeño como un formador de los estudiantes en las distintas actividades académicas y las extraacadémicas que adelanta con ellos (Fernández, 2008).
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