Introducción
Existen diversas teorías acerca del origen de la ansiedad y su desarrollo, aunque sus raíces descienden del latín anxietas, derivado de angere, que significa estrechar y se refiere a un malestar físico muy intenso (Mardomingo, 1994). Algunas definiciones atribuyen a la pérdida en la fe y la razón (Kierkegaard, 1965), al instinto sexual (Freud, 1915), la amenaza del Self (Rogers, 1951), o la reacción ante una percepción de peligro que provoca una respuesta fisiológica (Goldstein, 1939; Sullivan, 1953; Cano y Tobal, 1997).
En tiempos pasados, aún no se hablaba de éste término, sin embargo en la Antigua Grecia, se concibieron diferentes teorías. Entre ellas, la de los cuatro humores de Hipócrates, retomada más adelante por el médico romano Galeno, asociando por primera vez el trastorno psicológico con un desequilibrio químico (Barlow & Durand, 1985).
Desde la perspectiva diferencial de los enfoques a través del tiempo, se ha ahondado en el concepto de ansiedad así: el enfoque psicoanalítico enfatiza los conflictos internos en lugar de los estímulos externos, el problema se origina en impulsos sexuales y agresivos que buscan expresión. Clasificada en tres tipos así: ansiedad real, relación del yo y el mundo, anticipando algún peligro, la ansiedad neurótica, relacionada con impulsos reprimidos, carencia de objeto y ansiedad moral, amenaza al yo, con la pérdida de control sobre los impulsos. (Freud, 1971). Desde un enfoque conductual, Hull (1952) conceptualiza la ansiedad como un impulso responsable de la capacidad del individuo para responder ante determinada situación. A partir de un enfoque cognitivo, el individuo reconoce la situación amenazante, la identifica, evalúa y valora implicaciones, generando grados de ansiedad de acuerdo a su percepción (Lazarus, 1966).
Por último, el enfoque cognitivo-conductual, el cual parte de la idea de que los sujetos responden a los estímulos percibidos a través de procesos cognitivos, que actúan como mediadores entre estos y sus respuestas; las variables cognitivas como el pensamiento anticipatorio sobre la base de la experiencia y otras fuentes de conocimiento, ideas, creencias, preocupaciones, que conllevan a la aprensión, dificultades de atención y concentración (Bowers, 1973). De igual manera, interactuando variables situacionales, como estímulos discriminativos que activan la conducta, de donde surge la teoría interactiva multidimensional (Endler & Magnusson, 1976).
De acuerdo con los planteamientos y consideraciones que se han venido realizando, a continuación se plantean algunas definiciones y características de la ansiedad.
La ansiedad es una emoción con función adaptativa que comprende respuestas anticipatorias fisiológicas y conductuales ante una amenaza o situación de riesgo que se evalúa mediante un proceso cognitivo, a fin de evitar o reducir su impacto sobre la persona (Dupont, 1997).
La emoción dada, dentro de la conceptualización de ansiedad, es referida a mover, con connotaciones de espacialidad; posteriormente, es considerada como movimiento en un sentido físico, social y político, hasta relacionarse en el momento de un estado mental agitado o activado (Young, 1975). Parte de una aproximación categorial o discreta, con los planteamientos de Darwin, estableciendo un número de emociones, para sentimientos y conductas innatas que permiten la adaptación del individuo a las diversas condiciones del ambiente (Tomkins, 1981; Izard, 1991).
Desde una argumentación dimensional, con la teoría de James, 1890, y Lange, 1885, se establecen momentos de activación de la emoción. Inicia bajo la percepción de un estímulo, dado por un aspecto cognitivo, seguido de cambios corporales, incluyendo actividad motora y reacciones fisiológicas y, finalmente, aparece la emoción, donde se produce el sentimiento o la conciencia subjetiva de los cambios corporales, implicando aspectos perceptivos y por ende cognitivos, que le permitan a la persona una movilización general del organismo para enfrentarse a una situación amenazante y desafiante (Fernández, E., 1995).
Desde un punto de vista adaptativo, la ansiedad es necesaria para la supervivencia, tiene funciones de gran utilidad, tales como: mantener la motivación para hacer el esfuerzo de superar situaciones amenazantes, a modo de mecanismo habilitador para enfrentar situaciones de peligro o emprender la huida. Pero pierde su función adaptativa y se convierte en patología cuando se pone en marcha ante estímulos insignificantes, su respuesta es de intensidad exagerada o persiste más allá de lo necesario (Echeburúa, 1993; Lazarus & Colman, 1998).
Al margen de las emociones, las diferencias individuales en las respuestas de ansiedad se manifiestan a nivel cognitivo, fisiológico y conductual, que indican la valoración de un acontecimiento externo o interno como significativo (Sherer, 2000).
Desde la teoría de Lang, (1968), además de ser la ansiedad una respuesta emocional, es catalogada en su conceptualización sobre tres dimensiones, donde interactúan y se interrelacionan: la cognitiva, la fisiológica y la motora. La dimensión cognitiva, refiere al pensamiento o imágenes de carácter subjetivo y la notable influencia en funciones superiores, con influencia sobre toma de decisiones, control del ambiente y capacidad de claridad al pensar (Miguel- Tobal, 1990).
La dimensión fisiológica presenta diferentes consecuencias en la actividad orgánica, tales como: síntomas cardiovasculares, síntomas respiratorios, molestias digestivas, entre otros. Y, finalmente, los síntomas motores que se manifiestan en la hiperactividad, movimientos repetitivos, dificultad en la expresión verbal, por mencionar algunos (Cano, 1989).
El elemento más característico de la ansiedad es la percepción de amenaza y su valoración en relación a la demanda de recursos, lo cual indica qué tantos elementos se tienen para enfrentar la situación ocasionando emociones predominantemente negativas, como el enfado, la culpabilidad o la ansiedad, como parte central de la concepción de estrés (Lazarus & Folkman, 1994), siendo la ansiedad considerada como la más representativa del proceso de estrés (Bolger, 1990).
|