El propósito de esta investigación fue identificar y comprender los cambios que se perciben en la relación vincular de la pareja cuando todos los hijos se han ido y uno de ellos vuelve al hogar –puerta giratoria–, para de esta forma poder realizar un análisis en profundidad de la transición por la cual pasa la pareja después de un determinado tiempo de encontrarse solos en su hogar y lo que implica estar acompañados nuevamente.
Es pertinente aclarar que esta investigación se enfocó en analizar los cambios positivos, negativos, los sentimientos, las rutinas diarias, y de igual forma las dinámicas de interacción que se generaron en la pareja con el retorno de uno de sus hijos al hogar.
El estudio se abordó específicamente desde la teoría del vínculo, enfocándose en las relaciones vinculares y la transición de la puerta giratoria (síndrome de puerta giratoria, refilled nest, boomerang kids) entendida como el retorno de uno de sus hijos al hogar en la adultez.
En el marco teórico se desarrolla la postura basada en la teoría de Bowlby (1969) y Ainsworth (1974), y los autores más recientes que han aportado sobre el tema (Shaver, P., Belski, J. & Brennan, 2000) y contribuyeron ampliamente con el desarrollo de esta investigación.
Bowlby (1993) definió la conducta de apego como cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido. En tanto que la figura de apego permanezca accesible, la conducta puede consistir en una simple verificación visual o auditiva del lugar donde se encuentre el individuo, generando así intercambio ocasional de miradas y saludos.
Tanto Bowlby (1989) como Ainsworth (1974) afirmaron la importancia que tienen los vínculos establecidos en la infancia para la construcción de posteriores relaciones afectivas. Botella (2005), Oliva (2004), Del Barrio (2002), Trianes (2002), Griffin & Bartholomew (1994) sostienen que los niños y niñas que establecieron relaciones de apego seguro con unos padres que se mostraron cariñosos y sensibles a sus peticiones, estarán más capacitados para establecer relaciones caracterizadas por la intimidad y el afecto con sus iguales. Cabe resaltar que los patrones de apego se mantienen a lo largo del tiempo, es decir que los modelos internos de trabajo proveen prototipos para todas las relaciones, siendo relativamente estables a lo largo del ciclo vital.
Una de las pioneras en el estudio del apego en adultos fue Mary Main (1985), quien midió las experiencias de apego a través de la narrativa; de esta forma estableció tres patrones de apego que se evidencian en el adulto: seguro, evitativo y ambivalente.
El apego seguro se refiere a la facilidad que tiene el individuo para manejar índices de ansiedad, en comparación con las personas que presentan un estilo de apego inseguro; de hecho involucran menos síntomas de estrés, comodidad con la cercanía, con la interdependencia y confianza en la búsqueda de apoyo.
En el apego evitativo el individuo no manifiesta ni presenta angustia ni enojo ante la separación de su figura de apego; en este estilo no hay seguridad, se produce una autosuficiencia compulsiva y existe una preferencia por una distancia emocional de los otros; ellos esconden la ira por medio de la negación. Esto es conceptualizado por los autores como un indicador de la tendencia del estilo a la minimización del afecto (Fonagy, 2004; Oliva, 2004).
En el apego ambivalente, la emoción más característica es la angustia exacerbada ante las separaciones de la figura de apego y la dificultad para lograr la calma. Por lo general, son personas que responden ante situaciones de forma temerosa, y en ocasiones, ante estímulos que producen alegría, se evidencia alta ansiedad, baja evitación, inseguridad en el apego, fuerte necesidad de cercanía, preocupaciones en cuanto a las relaciones y miedo a ser rechazados, indicando de esta manera una baja tolerancia hacia sí mismos (Aizpuru, 1994).
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