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Editorial
01. Aproximación cultural a una cooperativa de trabajo asociado en el sector salud
02. Construcción de la subjetividad laboral en el contexto del trabajo contemporÁneo: posibilidades de resistencia
03. Moral, desarrollo y psicología
04. Prácticas organizacionales y subjetividades laborales en una organización popular solidaria
05. Una introducción a la cognición social: procesos y estructuras relacionados
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PRESENTACIÓN DE LA REVISTA
Tipo de artículos que se publican Instrucción para los autores
 

Construcción de la subjetividad laboral en el contexto del trabajo contemporáneo: posibilidades de resistencia

Claudia María García.*

* Docente investigadora Universidad Piloto de Colombia. Correo electrónico: clamagar@yahoo.es

Recibido: 15/06/2010
Aprobado: 15/07/2010

El proyecto moderno como fundamento de identidades sólidas

Autores como Foucault sugieren que las realidades sociales, individuales y colectivas, no corresponden a características esenciales de las personas o grupos, sino que éstas son producto de las redes de significados que se naturalizan y objetivan constituyéndose en verdades históricas. La verdad de las cosas, según este autor, es producto de contingencias históricas; formas de poder-saber configuran las posibilidades de pensar y actuar (Foucault, 1989).

La preocupación por la identidad social está ligada a la vida en sociedad y a la necesidad de establecer un orden que permita dar sentido en un mundo de incertidumbres. De esta forma, el sentido es posible cuando existen certezas, aunque sean transitorias, de lo que somos y de lo que el mundo es. Según Laclau y Mouffe (1985), las identidades son producto de significados que se imponen entre múltiples  posibilidades y que dan sentido a la realidad; de esta forma, la construcción de identidades es un proceso político que implica luchas por la hegemonía del significado, en el que diferentes elementos discursivos se articulan en nodos y configuran identidades transitorias. En este proceso político, ciertos significados logran imponerse y paulatinamente naturalizarse.

A continuación se desarrollará la idea acerca de cómo en Occidente las identidades modernas se han construido en espacios disciplinarios como la fábrica, necesarios para asegurar la producción de capital y la reproducción del modo de producción capitalista.

Los procesos de construcción de identidad son producto de redes de significación que predominan en ciertos contextos y períodos históricos. Así, en Occidente (Europa, Estados Unidos), lo dominante hasta hace algunos años ha sido una episteme fundada en la racionalidad. La racionalización de la vida se plantea como el único orden social posible que lleva al progreso y al logro de un estado de civilización.
Desde esta manera de entender el mundo, se asume que el universo tiene un orden y por lo tanto es necesario conocer los principios ordenadores que permitan controlar y evitar el caos. Esta episteme racional es reforzada por la emergencia del capitalismo que impone un orden social regulado por el imperativo de la productividad.

El proyecto moderno se basa en el supuesto de la naturaleza racional del ser humano, quien al hacer uso de su facultad racional es capaz de autocontrolarse y reprimir sus instintos para alcanzar el bien social. El ser humano es desde este punto de vista un ser libre en la medida en que hace uso de su facultad racional para dominar sus deseos e impulsos y alcanzar de esta forma no sólo sus fines individuales sino también los ideales colectivos (Baurman, 1998). Estos supuestos se constituyen en ideologías legitimadoras del liberalismo (sustento filosófico del capitalismo), ya que la mano invisible del mercado parte de la idea de que el progreso y el bienestar colectivo se derivan del comportamiento racional de las personas en la búsqueda de sus intereses individuales. Al respecto, Weber, citado por Ritzer (2001), señala cómo la religión, específicamente el protestantismo, fue decisiva en la transformación de la búsqueda del beneficio individual a través del comportamiento racional, en un asunto moral, ya que este "individualismo racional" conduciría al bienestar de la sociedad.  Este sistema moral, de acuerdo con Weber, es lo que da sustento al espíritu del capitalismo y lo que impulsa su ascenso en el mundo occidental.

La ética protestante y el puritanismo fueron ideologías dominantes en Norteamérica, que propiciaron el impulso de un orden restrictivo caracterizado por la exaltación de la disciplina, el ahorro, la austeridad, la gratificación postergada, la eficiencia, valores que promovieron la emergencia de una estructura social (roles, jerarquías, controles, división del trabajo) necesaria para la optimización de resultados y el aumento de la productividad (Bell, 1976).

El capitalismo requería un sujeto trabajador disciplinado y eficiente para la producción masiva de bienes y, en este sentido, la ética protestante fue el sustento moral que dio impulso al establecimiento de un orden social dominado por la racionalización (Bell, 1976). La episteme fundada en la racionalidad individual, reforzada por la ética protestante, legitimaba al capitalismo, el cual se constituía en  el orden social natural y con él la naturalización de los seres humanos como sujetos productivos.

En este sentido, el trabajo enmarcado dentro de una relación salarial que apunta a la producción de bienes y servicios, es el tipo de trabajo que se privilegia por encima de otras posibilidades (trabajo doméstico no remunerado, trabajo artístico) (Bauman, 1999). Bauman señala que sólo el trabajo que puede venderse o comprarse por medio del salario es el único que tiene el valor moral consagrado por la ética del trabajo.

Para la reproducción del capital es necesaria la existencia de mano de obra disponible, previamente expropiada de las tierras y con la necesidad de vender su potencial laboral a cambio del salario. Esta "liberación" del trabajador de los medios de subsistencia lo obliga a ubicarse en las ciudades fabriles para el posterior disciplinamiento implicado en la relación salarial (Hardt & Negri, 2002). La producción de capital requiere un trabajador disciplinado para la optimización de los resultados y de esta forma la fábrica se convierte en un espacio de producción de estos sujetos, un espacio donde se despliegan diversos dispositivos de disciplinamiento (Foucault, 1981) como el taylorismo, cuyo propósito es el control sobre el trabajo y la mano de obra, a través de la división del trabajo (planeación y ejecución). En este modo de trabajo capitalista, el trabajador se desliga del producto de su trabajo en la medida en que su subjetividad no se involucra ni mucho menos se transforma en el momento de la producción, sólo su cuerpo y sus movimientos disciplinados son engranados a los ritmos impuestos por la producción.

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RESUMEN

En este ensayo se desarrolla una aproximación a la pregunta por la construcción de subjetividad laboral en el paso del contexto disciplinario fordista, caracterizado por el predominio de instituciones sociales sólidas que sustentaban la construcción de identidades estables, al contexto contemporáneo caracterizado por la flexibilidad y la crisis de las instituciones modernas y la consiguiente pérdida de referentes estables en la construcción de identidad, fenómeno que desde la perspectiva de Hardt y Negri se transforma en la posibilidad de resistencia de la multitud.

Palabras claves
Subjetividades laborales, sociedad disciplinaria, identidades flexibles, resistencia.

Imagen:
FreeDigitalPhotos.net.
Salvatore Vuono

 

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